martes, 18 de octubre de 2016

Doce incendios y un huracán en Madrid (1872-1891)

El fuego es uno de los agentes destructores más temido, dejando a su paso un gran número de víctimas y destrucción, arrasando aldeas, pueblos e incluso ciudades a lo largo de su historia. La ciudad de Madrid no iba a ser una excepción y ya que desde la Edad Media, cuando la ciudad contaba con apenas 3000 habitantes, los incendios iban a resultar fatales. 

Durante la Edad Moderna, los primeros incendios que alarmaron a la población madrileña llevaron al Consejo de la Villa a redactar el 9 de julio de 1577 el primer acuerdo sobre fuegos, haciéndose imprescindible reunir a un grupo de hombres, dotados del material necesario para socorrer a la capital en los casos de incendios.

Diversas disposiciones posteriores, como la primera Instrucción contra incendios de 1789 y la adquisición de materiales contra el fuego no iban a evitar nuevas desgracias como el incendio de la Plaza Mayor y el continuo crecimiento de la ciudad y su consiguiente masificación agravarían el problema, el cual se hizo patente el último cuarto del siglo XIX cuando los incendios aparecieron con más frecuencia.

Repasamos a continuación la historia de estos sucesos, de la mano de las crónicas de la revista "La Ilustración Española y Americana".

Ver en TimeMapper: http://timemapper.okfnlabs.org/memoriademadrid/incendios-en-madrid

1.- El Incendio de la Iglesia de Santo Tomás (13 de abril de 1872). 


Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 24 de abril de 1872:

“Sabido es que, en la noche del 13 del corriente, un violento incendio, cuyo origen todavía se desconoce, devoró en cortas horas el interior de la iglesia de Santo Tomas de esta corte, situada entre las calles de Atocha y Concepción Jerónima.

En las primeras horas de la noche del 13, el fuego empezó en el altar mayor, comunicóse rápidamente a los retablos laterales, estalló luego con violencia en la parte posterior de la iglesia, y en breve quedó ésta convertida en volcán horroroso. La cúpula pareció bien pronto una antorcha enorme que repartía la luz por todos los ámbitos de Madrid, y las llamas arrojaban a grandes distancias gruesas chispas, que eran una amenaza constante para los edificios inmediatos: en verdad que el corazón se conmovía ante aquella inesperada catástrofe.

Acudieron con presteza el Rey, las autoridades civiles, los bomberos de la villa, gente del pueblo, milicianos y soldados; pero no se consiguió detener los rápidos progresos que hacía el voraz elemento en el interior del edificio, hasta hora muy avanzada de la noche: éste ha quedado en extremo deteriorado".

2.- El Incendio de la calle de Jesús del Valle (24 de agosto de 1875).



Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 30 de agosto de 1875:

En la noche del 24 del actual vivo resplandor que iluminaba el espacio en extensión considerable, y lúgubre toque de fuego que lanzaban las campanas de las iglesias, anunciaron a los habitantes de Madrid que en aquel entonces se realizaba uno de esos horrorosos siniestros que forman época en la crónica del pueblo donde acontecen, y dejan tristísimos recuerdos.

Algunos minutos antes de las once declaróse fuego en un pequeño montón de virutas, en el taller de construcción de muebles que existía en el solar núm. 17 duplicado de la calle de Jesús del Valle, y á los pocos momentos, cuando ya varios vecinos llegaban á prestar auxilios, levantóse de súbito una llamarada inmensa, una gigantesca columna de fuego, que instantáneamente comunicó el incendio á cuatro casas contiguas, a otras cuatro de la acera opuesta y a tres más de las situadas en la línea del solar."

3.- El Incendio del depósito de traviesas de la Ronda de Valencia (21 de julio de 1876).


Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 30 de julio de 1876:

"Comenzó el siniestro a la una de la tarde, y cuatro o cinco horas después el lugar de la desoladora escena ofrecía el aspecto de una inmensa hoguera de más de 400 metros de longitud alimentada por numerosas pilas de traviesas y otros combustibles, y cuyas llamas comunicaron rápidamente el fuego a varias casas contiguas, que fueron destruidas por completo. 

Acudieron las autoridades, los bomberos y operarios del servicio de incendios, fuerza del ejército, un pueblo inmenso, etc., etc.; mas extinguióse el fuego cuando dejó convertido en pavesas el inmenso material allí hacinado, y no halló combustible en que cebarse, resultando en conclusión grandes pérdidas materiales y varias familias sin albergue y reducidas a la miseria."

4.- El Incendio de la calle Quintana (31 de agosto de 1881).


Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 8 de septiembre de 1881:

"A las nueve de la noche del 31 de Agosto último, lúgubre clamor de campanas en todas las parroquias anunciaba a los  habitantes de Madrid un deplorable siniestro: habíase declarado un incendio en la casa núm. 22 de la calle de Quintana, en el barrio de Arguelles, y el voraz elemento, avivado por el fuerte nordeste que á la sazón reinaba, se propagó rápidamente a las dos casas inmediatas, figurando en breve los pisos altos de toda la manzana el cráter de un volcán en erupción.

Grandes fueron los esfuerzos empleados por las autoridades, los vecinos, la Guardia civil y el cuerpo de bomberos de la Villa para dominar el incendio; pero sólo se consiguió este objeto cuando la cubierta de los pisos incendiados se desplomó con estrépito sobre el interior de las casas (...)

Lo que se comprobó de una manera indudable fue la urgente necesidad, en que tantas veces hemos insistido, de mejorar el servicio municipal para la extinción de incendios, dotándole de buenas bombas de vapor y de personal inteligente, y en ello se ha ocupado el Ayuntamiento en sus dos sesiones últimas, interpretando el general deseo de sus administrados."

5.- El Incendio de la fábrica de papel de la Quinta de la Esperanza (29 de noviembre de 1881).



Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 8 de diciembre de 1881 sobre el incendio en la conocida como "Quinta de la Esperanza", ubicada en el actual Paseo de la Esperanza:

"En la noche del 29 al 30 de Noviembre último, un voraz incendio destruyo la fábrica de papel situada en la Quinta de la Esperanza: comenzó el fuego en el depósito de trapos; se comunicó a su almacén de papel: propagóse rápidamente a las demás dependencias de la fábrica, y en breve apareció el edificio envuelto en asoladoras llamas.

Prestaron auxilios, desde los primeros momentos, numerosos operarios y bomberos, y acudieron después las autoridades civiles y varios concejales; pero sus esfuerzos resultaron ineficaces: desplomóse la cubierta; todo el edificio quedó destruido, y, por desgracia, un infeliz operario, cayendo en los escombros calcinados, sufrió lesiones graves.

Este nuevo siniestro, que cede en daño de laboriosos industriales, prueba con cuánta razon venimos clamando por el mejoramiento del servicio contra incendios."

6.- El Incendio del Ministerio de la Guerra (12 de diciembre de 1882).


Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 15 de diciembre de 1882:

"Cuando la temperatura de Madrid llegaba a 11 grados bajo cero, que es la graduación menor a que se ha visto reducido Madrid desde que hay termómetro, y cuando la villa estaba enterrada bajo quince centímetros de nieve y la circulación de toda clase de vehículos interrumpida; ese incendio, por lamentable que fuera, tenía explicación. Hacía falta templar la atmósfera: Nerón incendiando a Roma para hacerla entrar en calor, en vez de un monstruo, hubiera parecido un filántropo.

Por desgracia, resultaron heridos algunos soldados, y entre las pérdidas materiales hay que deplorar algunas de difícil remedio, como la de la biblioteca, y probablemente el extravío de algunos expedientes, que representarían derechos privados, necesidades públicas y estudios importantes.

Si esta calamidad sirve de advertencia para evitar otras mayores, podrá ser tolerable: hoy nos acaba de demostrar lo expuestos que se hallan los archivos oficiales a desaparecer en pocas horas, aun en edificios cuyo ornato ha costado sumas considerables, descuidándose en ellos lo principal, que es la seguridad de su preciosa documentación. Porque luego sucede lo que con el incendio de la biblioteca de Alejandría."

7.- El Incendio de la Real Armería (9 de julio de 1884).



Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 15 de diciembre de 1882:

Un incendio violentísimo y rápido, alimentado por grandes ráfagas de aire y combatido tardíamente por el misero material del que dispone para combatir los fuegos el Ayuntamiento de Madrid, ha destruido la techumbre y dejado en estado ruinoso el edificio que ocupaba la Armería Real, formando uno de los lados de la plaza de este nombre, frente a la fachada lateral de Palacio. Había sido construido dicho edificio para Caballerizas Reales por orden de Felipe II, y reformado en diversas épocas, perteneciendo a la de Carlos II el arco que da ingreso a la plaza (...).

Lo sucedido en la Armería ha levantado en toda la prensa un clamoreo, considerando lo expuestos que están a ser destruidos en pocas horas casi todos nuestros museos y bibliotecas, sobre todo si confían, cuando llegue el caso de un incendio, en los recursos que ha de prestar para extinguirlo el Ayuntamiento de Madrid. Lastimaba verdaderamente, en la noche del suceso, ver á los bomberos y soldados trepar, con riesgo de su vida, por las techumbres calcinadas, expuestos a ser envueltos por el humo y por las llamas en un cambio de viento y caer en aquella hoguera imponente. Y mientras había en lodos exceso de abnegación y de heroísmo, desprecio de la vida y espíritu civico, apenas si disponían de más agua que el sudor de su frente para humedecer las vigas que ardían y detener el fuego que avanzaba (...).

Aquella noche pudo convencerse el vecindario de Madrid de cuan agradecidos debemos estar a la divina providencia cuando aun nos resta bibliotecas y museos y no perecemos todos abrasados. En donde hay mangas y bombas falta el agua; y si el agua abunda en los depósitos, las mangas no hacen tiro, o el material está inservible."

8.- El Incendio del almacén de Maderas de Pacífico (25 de julio de 1884).



Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 30 de julio de 1884:

"Hasta los incendios que en esta capital ocurren con frecuencia tan lamentable, parece como que retan al Excmo. Ayuntamiento para que, sacudiendo su negligencia, y aunque se empeñe en no celebrar sesión ningún lunes, «por falta de número de señores concejales» (muletilla que han hecho estereotipar los periódicos de noticias, para publicarla indefectiblemente todas las semanas, en su numero del martes), dote á la coronada villa de material conveniente para extinguirlos: humeando todavía los escombros calcinados de la Real Armería, en la tarde del 25 del actual estalló formidable incendio en un almacén de maderas, propiedad del Sr. Castro, que estaba situado en el barrio de! Pacifico, cerca del cuartel de los Docks.

Y decimos «estaba», porque el voraz elemento destruyó aquel inmenso depósito de combustible, no distante los heroicos esfuerzos que hicieron para dominarle, aunque en vano, los bomberos do la Villa y los soldados del cuartel inmediato: el fuego se apagó, después de muchas horas de absoluto dominio, cuando en el vasto almacén sólo quedaban cenizas; y la verdad es que así, tarde ó temprano, con material contra incendios ó sin él todos los fuegos se apagan (...). 

Dícese que el depósito de maderas estaba asegurado por un millón de reales, y que las pérdidas son mucho mayores."

9.- El Incendio de "Las Américas" en el Rastro (12 de julio de 1885).



Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 22 de julio de 1885 sobre el incendio de este mercado ubicado en el Rastro con fama de enseñar "todos los domingos, los objetos mas variados, raros y sucios qué puedan presentarse":

Inútil es la descripción de este siniestro, que comenzó a las seis y media y no quedó extinguido hasta la mañana del siguiente día 13, ocasionando pérdidas a los dueños de los puestos incendiados (...).

Pero si es inútil describir el siniestro, no lo es, no debe serlo, dirigir una vez más atente súplica al Ayuntamiento de Madrid, y en especial a su digno Alcalde-Presidente, para que cuanto antes se dote de buen servicio contra incendios á esta capital. que tantas veces le ha pedido, y odas ellas en vano: bueno es que se construyan paseos, se ensanchen calles y plazas, se erijan estatuas, etc.; pero esas reformas son contingentes, por decirlo así, y no se debe emprenderlas, cuando cuestan muchísimo dinero, sino después de hechas otras reformas necesarias; porque lo necesario es primero que lo contingente. ¿Y cuál reforma es tan necesaria como la del servicio contra incendios?"

10.- El Incendio de la Estación del Norte (24 de enero de 1886).



Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 30 de enero de 1886:

"El domingo 24 del actual, hacia las nueve de la noche, estalló un incendio en el reducido pabellón del cuerpo de orden público (según se dice), y las llamas invadieron con rapidez y violencia devastadoras todo el edificio, que presentaba pocos minutos después el aspecto de inmensa hoguera, cuyo resplandor se cernía en la oscuridad del espacio con apariencia de brillante meteoro ígneo.

Los auxilios llegaron pronto: dieron a la vez señal de alarma los silbatos de las locomotoras, las bocinas de los guarda-agujas y vigilantes y los pitos de los serenos, y acudieron sucesivamente, con sus jefes respectivos, secciones de carabineros y de guardia civil de infantería y de caballería, los marineros del Museo Naval, una compañía de infantería de Marina, y otras dos de los regimientos de línea Garellano y Baleares, numerosos individuos del cuerpo de seguridad pública, los heróicos bomberos de la Villa y más de treinta viejos aparatos que aun conserva el Municipio madrileño para el servicio contra incendios, aunque triste y repetida experiencia ha demostrado que son perfectamente inútiles."

Anotación al margen: Primeros intentos de modernizar la lucha contra el fuego.



La casa Merryweather e hijos realizaron un ensayo de nuevo material anti incendios (bombas de vapor y de mano, aparatos de salvamento y mangueras) ante la presencia del alcalde de Madrid. He aquí la crónica que ofreció a sus lectores el semanario La Ilustración Española y Americana del 30 de marzo de 1886:

"El ensayo se verificó en la tarde del 20 del actual, en el Retiro, entre la fuente egipcia y el estanque grande, asistiendo al acto los concejales de la villa y corte, con el alcalde-presidente del Ayuntamiento, representantes de la prensa, muchas personas distinguidas, bomberos del Municipio y numeroso público de curiosos. Entre los aparatos auxiliares figuraba una escalera de salvamento, y un ejemplar de careta y anteojos para librar de la asfixia á los bomberos cuando éstos operan en atmósfera saturada de humo ; y entre las bombas, dos pequeñas, para casa particular, y dos más grandes, movidas por fuerza de vapor, para servicios urbanos.

Estas últimas llamaron la atención de la concurrencia, singularmente la mayor, denominada Greenwich, que arroja enorme cantidad de agua (4.000 litros por minuto, según se nos dijo) a 50 metros de distancia, y a considerable altura, con una sola manga, pudiendo suministrar presión a otras mangas a la vez."

No obstante, no sería hasta 1897 cuando el Ayuntamiento comprara la primera bomba de vapor de la casa Shand Mason de Inglaterra, que no llegaría a Madrid hasta noviembre de 1898.

11.- El Incendio del Teatro Variedades (28 de enero de 1888).




Crónica extraída de La Ilustración Española y Americana del 8 de febrero de 1888:

"A las cinco de la mañana del 23 de Enero último inmensa columna de humo surgía de la cubierta del teatro de Variedades, y voces de fuego daban y repetían las personas que observaron aquella señal imponente de un gran incendio ; y una hora después el teatro había desaparecido, menos el vestíbulo y los cuartos de los actores, devorado por las llamas.

He ahí el resumen del siniestro cuyo origen y causa, como generalmente acontece, todavía no se conocen. Las autoridades y el personal de servicio cumplieron su deber; las bombas funcionaron mejor que otras veces, lográndose enchufar hasta doce mangas que lanzaron torrentes de agua, aunque inútilmente, sobre el edificio en llamas; los bomberos llevaron su arrojo al más alto grado, rivalizando todos en heroísmo para conseguir localizar el fuego, bajo la dirección de los arquitectos municipales".


12.- El Incendio de la Ribera de Curtidores (30 de junio de 1891).



Crónica del suceso de las páginas de La Ilustración Española y Americana del 8 de julio de 1891.

En las últimas horas de la noche del 30 de junio próximo pasado estalló el formidable incendio de la Ribera de Curtidores (...). A las diez aparecieron súbitamente los primeros resplandores de las llamas y densas nubes de humo en el fondo opaco del horizonte, y una hora más tarde el inmenso espacio comprendido entre las calles del Peñón y la Ribera de Curtidores, presentaba eI aspecto de un volcán de ancho cráter en horrorosa erupción (...). A la una de la madrugada del 1 del actual las llamas dominaban por completo en todo aquel ancho espacio, un perímetro de más de diez mil metros cuadrados, y devoraban en pocas horas las casas, los talleres, las fábricas, los almacenes, los bazares y las tiendas, todo en suma lo que allí existía, dejándolo reducido a inmenso y triste montón de ruinas y escombros calcinados." El siniestro dio lugar a que el alcalde de Madrid, el Conde de Romanones presentara un proyecto de reorganización del servicio contra incendios que hizo que se creara en 1894 el primer reglamento del Cuerpo de Bomberos de la Villa de Madrid, quedando sostenido por las arcas municipales.


13. Y un huracán en las Cortes (12 de mayo de 1886).



Crónica del suceso publicada en La Ilustración Española y Americana del 22 de mayo de 1886: 

"En la tarde del 12 del actual a las siete, estalló sobre Madrid tempestad violentísima, seguida de un ciclón, huracán o tornado, que recorrió determinada zona de la capital y  sus afueras, destruyendo y arrasando cuanto encontraba al paso (...)" y causando especiales destrozos en el lavadero Imperial, donde perecieron cuatro hombres, diez mujeres y dos niños. "Imposible dar cuenta detallada, en los reducidos limites de esta sección del periódico, de los estragos que ocasionó el funesto meteoro, porque para escribir la crónica de aquéllos, mejor dicho, de los pocos minutos que duró el huracán devastador en tarde tan aciaga, la cual dejará memoria eterna y dolorosa en los anales madrileños."

lunes, 13 de junio de 2016

Una Montaña rusa en el Ayuntamiento de Madrid

Tal y como se deduce por su nombre es de Rusia de donde proceden las primeras noticias de la existencia de las famosas montañas rusas ya que en el siglo XVII en San Petersburgo existían unos grandes toboganes de madera que se descendían con trineos deslizables sobre la nieve.


Montaña Rusa en San Persburgo. Vía http://rollercoaster.blogspot.com.es

Las montañas rusas no tardaron en ser conocidas en Francia, donde a falta de nieve y hielo se decidió introducir rodillos y ruedas de madera en los trineos. Más adelante, en 1850 en Pennsylvania, una compañía minera decidió convertir su sistema de transporte de carbón en una atracción para los habitantes de la ciudad quienes descendían por la montaña a gran velocidad aprovechando el efecto de la gravedad. Muy pronto, estas estructuras se acabarían implementando en parques y ferias de todo el mundo como atracción para sus visitantes.

España no fue una excepción a esta moda, siendo uno de los primeros ejemplos de montaña Rusa en la ciudad de Madrid el que encontramos en los “Campos Elíseos” un parque de diversiones situado en las afueras de la Puerta de Alcalá según proyecto firmado en 1860.


Baile nocturno en los Campos Elíseos. Museo de Historia
Se trataba de un gran complejo dedicado al entretenimiento que también incluía plaza de toros, salones de baile, teatro, laberintos, estanques, etc. (Ver el plano en alta definición en http://bit.ly/237aeOr).


Proyecto de Campos Elíseos (1860). Archivo de Villa
Disponemos de diversos testimonios que nos ayudan a comprender la estructura de la montaña rusa, que como vemos en este detalle del plano se disponía en un círculo perfecto de 60 metros de diámetro, cuyo interior se aprovechaba para circo ecuestre, reñidero de gallos o plaza de becerros, según la necesidad.


Detalle del Proyecto de Campos Elíseos. Montaña Rusa. Archivo de Villa.
Este grabado, aparecido en el Periódico Ilustrado de mayo de 1865, nos permite verlo con más detalle.



Gracias a este grabado comprobamos que la montaña rusa madrileña no difería mucho de la instalada previamente en los Campos Elíseos de Barcelona, cuya fotografía vemos a continuación.



Finalmente, la montaña rusa desapareció en 1872, víctima de la especulación inmobiliaria y del empuje del nuevo barrio de Salamanca, que acabaría absorbiendo a los Campos Elíseos, siendo su destino el desguace y su venta como material de derribo.


Diario Oficial de Avisos de Madrid del 23 de febrero de 1873.
A partir de esa fecha (e incluso ya antes) encontramos en la prensa del momento testimonios de diversas montañas rusas instaladas en las ferias de San Isidro o en verbenas como la del Canal muchas veces noticia por causa de los accidentes que en ellas se producían, o en proyectos finalmente no ultimados de espacios similares al de los Campos Elíseos.


La Época 2 de diciembre de 1862

El Día del 16 de mayo de 1885

El Siglo Futuro del 28 de febrero de 1887


No será hasta julio de 1888 cuando se realicen nuevos intentos de instalar una Montaña Rusa, más o menos permanente, en la ciudad tal y como comprobamos en un fantástico expediente conservado en el Archivo de Villa en el que se narran todas las vicisitudes de estas tentativas (ver el expediente completo en http://bit.ly/236UqLo). Alejandro Martín, probablemente en nombre del inventor Julián de la Rúa, fue el primero en intentarlo. Solicitó permiso para instalar una gigantesca estructura de 136 metros de largo por 7,5 de ancho en el Parque de Madrid, (actual Parque del Retiro). No obstante su solicitud fue desestimada el 16 de agosto en parte por no adjuntar plano a su proyecto y por no encontrar acomodo en el parque debido a sus grandes dimensiones.



Proyecto de Montaña Rusa de Julián de la Rúa. Archivo de Villa

Sin duda ya preparado para esta negativa, ese mismo día 16 de agosto, Julián de la Rúa vuelve a solicitar permiso para colocar su montaña rusa con arreglo al maravilloso plano que se adjuntaba la solicitud y que podéis ver en alta definición a través de este enlace http://bit.ly/2kvYdqZ 

En la solicitud se sugieren dos posibles ubicaciones: el Paseo de Recoletos frente a la Biblioteca Nacional, o el Paseo del Prado frente a la calle del Sordo. No hallo tampoco eco esta solicitud, denegada por los problemas que podía causar la instalación de esta gigantesca estructura en la vía pública: unos excesivos 910 metros cuadrados que el funcionario calcula de puño y letra sobre la misma solicitud de don Julián.



Inasequible al desaliento, el 23 de octubre de la Rúa vuelve a la carga con una nueva solicitud sugiriendo como posible emplazamiento un solar frente a la Montaña artificial del Retiro, curiosamente conocida en aquella época como “Montaña rusa”, aunque nada tuviera que ver con este tipo de entretenimientos.

Templete cabecera del recorrido. Detalle del Proyecto de Montaña rusa de Julián de la Rúa

A punto estuvo de conseguirlo esta vez. El delegado de arbolado dio permiso para su instalación poniendo como condición que la construcción se ajustara al plano, se repararan los posibles daños provocados en el arbolado y que todo se recompusiera en el momento de la retirada de la estructura. No obstante, después de varios meses de discusiones, en abril de 1889 la Comisión organizada al efecto finalmente no dio su visto bueno a la instalación.


Plataforma circular para el cambio de dirección de los vagones. Detalle del Proyecto de Montaña rusa de Julián de la Rúa.
No se desanimó Don Julián, que debía ser persona de anchas espaldas y carácter acostumbrado al rechazo,  ya que el día 8 de ese mes de abril volvió a presentar una nueva solicitud en la que demostró ser hombre de recursos muy capaz de guardarse ases en la manga. Esta vez presentó su solicitud de la mano de Felipe Ducazcal, arrendatario de las instalaciones de los Jardines del Buen Retiro en la parcela donde hoy se ubica el edificio de Correos, actual sede del Ayuntamiento de Madrid.

Vagón de pasajeros. Detalle del Proyecto de Montaña rusa de Julián de la Rúa
Los Jardines del Buen Retiro se habían convertido, tras la decadencia y desaparición de los campos Elíseos, en el jardín de recreo más importante de la ciudad y Ducazcal lo gestionó de 1876 a 1891. Disponía de teatro, quiosco de música, jardines, cafés, tiro de pistola, sala de juegos, etc.

Plaza de Cibeles y Jardines del Buen Retiro en el Plano de Madrid de Paluzie, 1896. Archivo de Villa
De esta forma, la corporación no halló más inconveniente que pedir una indemnización de 325 pesetas por la tala de árboles necesaria para hacer sitio a la atracción, por lo que el proyecto de la montaña rusa de Julián de la Rúa fue por fin una realidad, instalándose entre el teatro de verano y las casas contiguas.


La Época. 25 de mayo de 1889
Estuvo en activo al menos hasta noviembre de 1890, fecha a partir de la cual desaparece de la oferta de atracciones de los jardines. No será hasta el 1 de mayo de 1891 cuando se retomó el proyecto, probablemente con un nuevo diseño. Más tarde, la muerte de Ducazcal propició la llegada de un nuevo arrendatario, José Jimenez Laynez, quien no consideró oportuno mantener la montaña rusa entre las atracciones de los jardines. No pervivieron estos mucho tiempo más, ya que en 1904 las Cortes españolas se enajenaron y parcelaron la finca para pasar a convocar el concurso para la construcción del palacio de Correos y Comunicaciones.

Imágenes: www.memoriademadrid.es, Museo de Historia de Madrid, Archivo de Villa, Hemeroteca Municipal de Madrid, Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de Madrid.


miércoles, 3 de febrero de 2016

La fotografía estereoscópica

Se define a la fotografía estereoscópica como la creación de una ilusión de tridimensional a partir de un par de imágenes en dos dimensiones. Se parte del principio de que los seres humanos son capaces de percibir dos imágenes de una misma realidad (una para cada ojo) aunque con una perspectiva diferente derivada de la distinta ubicación de los ojos en la cara. Es el cerebro el que se encarga de mezclar estas percepciones y de dar la sensación de profundidad con la información proporcionada.


Para crear de forma artificial estas imágenes, en 1850 se diseño una máquina fotográfica con dos objetivos capaz de tomar dos fotografías a un tiempo que simulaban las diferentes perspectivas que podrían tener los ojos humanos. Un ejemplo sería esta vista de la calle de Toledo de Madrid, conservada en la colección del Museo de Historia de la ciudad.




Tal y como se aprecia en la imagen, una buena fotografía estereoscópica debía tener algún motivo en primer plano, que permitiera percibir la profundidad de la imagen. Al revelarse, las dos imágenes se disponían una al lado de la otra con unas medidas estándar para poder ser acopladas a un visor especial. Este visor, más o menos sofisticado, hacía que cada imagen fuera percibida únicamente por un ojo,


encargándose el cerebro de procesar la información de las dos fotografías, tal y como sucede con la vista normal, para juntarlas en una única imagen tridimensional que, remotamente, podría parecerse a esto.







miércoles, 27 de enero de 2016

Trucos y consejos. Enero de 1809


De entre los periódicos de Enero de 1809, nos han llamado la atención los siguientes artículos.
El 15 de Enero de 1809 aparece en el Diario de Madrid esta noticia que da cuenta del método de C. Chaptal para blanquear la ropa y sábanas de algodón que permite, con la “ventaja de no tener que apalear la ropa”, conseguir un blanco sin precedentes de un gran número de telas en tan sólo dos días (y sin apalear la ropa).



 El 6 de enero de este mismo año se da cuenta de una costumbre muy madrileña: la de exponer al público durante la Navidad Belenes por toda la ciudad.


 Terminamos con unos consejos para la práctica de primeros auxilios en ahogados cuya versión completa se encuentra en el Diario de Madrid del 18 de Enero de 1809.


 Que continúan con consejos para practicar el boca a boca. Eso sí, sin entrar en contacto jamás una boca con la otra.


Agosto de 1790: Fuego en la Plaza Mayor

Un incendio siempre resulta un suceso traumático en el día a día de una ciudad. Y mucho más si este afecta a un edificio o a un espacio con nombre propio dentro de esta.


 Este es el caso del incendio que se desató en la madrugada del 16 de Agosto de 1790 y que destruyó gran parte de la Plaza Mayor de Madrid.


 Al parecer el fuego se extendió con gran rapidez y virulencia dejando tras su paso un paisaje parecido al que Francisco de Paula plasma en un grabado conservado en el Museo de Historia realizado 30 años después.


 Aunque el fuego se prolongó durante 20 horas y arrasó mas de un tercio de la plaza mayor, finalmente pudo ser extinguido. Nos preguntamos si este incendio puso a prueba la “Instrucción que manda el consejo se observe para apagar y cortar los incendios que ocurran en Madrid”, un auténtico plan de emergencias redactado el 20 de noviembre de 1789.


Tan solo Nueve meses antes de los sucesos de la Plaza Mayor…

La lotería: 200 años repartiendo suerte

Orignalmente Publicado el 25 de Febrero de 2012.

La actual Lotería de billetes nació en Cádiz durante la Guerra de la Independencia. El proyecto de Lotería Nacional de España, muy parecida a la que existía en Méjico desde 1769, fue autorizado por las Cortes Generales y Extraordinarias, en la sesión del 22 de noviembre de 1811, con un único propósito: “aumentar los ingresos del Erario público sin quebranto de los contribuyentes”. Cádiz, sede del gobierno de la Regencia y escenario de las acaloradas sesiones de Cortes Constituyentes, necesita dinero para financiar la guerra contra el ejército  invasor y para aliviar su penosa situación económica. 

Las Instrucciones de la Lotería Nacional de España no se hicieron esperar.



En ellas se establecen la distribución de premios, la venta de participaciones… partiendo de un fondo inicial de 40.000 pesos fuertes y fijando la fecha del primer sorteo para el 4 de marzo de 1812, quince días antes de la proclamación de la Constitución.

Para darle una adecuada difusión, aquella lotería, llamada Moderna, para distinguirla de la anterior o Primitiva –creada por Carlos III en 1763–, se publicitó en la prensa unos días antes del primer sorteo, como puede verse en el anunció insertado en El Redactor General, el 16 de febrero.



En este mismo diario, podemos hacer un seguimiento de todos los números agraciados desde el día siguiente al primer sorteo, el 5 de marzo , así como del resto de los sorteos celebrados a partir de entonces cada mes.



La suerte, pronto se extendió, primero a toda Andalucía y después al resto de España, implantándose con éxito, casi al mismo ritmo que el ejército francés vencido, abandonaba las ciudades.

Acto público del sorteo de la Real Lotería de España (s. XVIII). Museo de Historia Inv. 4912

La guerra no sólo no interrumpió la vida de la lotería, sino que la duplicó. Cada gobierno, de los dos bandos combatientes, celebraba sus sorteos. José Bonaparte, siguió realizándolos en Madrid los años 1809, 1811 y 1812, paralelamente a los realizados en Sevilla, Cádiz o Valencia.



De 1812 a 1862 coexistieron dos loterías, la Primitiva y la Moderna. Ambas han dejado huella, en algunos testimonios publicados en la prensa, el primero de ellos de un detractor



    
Sin embargo, el éxito apabullante de la última acabó con la Primitiva un año antes de cumplir su primer centenario. Ciento veinte tres años después, en 1985, el Ministerio de Economía y Hacienda les devolvió entonces y hasta ahora sus vidas paralelas. 

Esperando la salida de El Gordo. Nuevo Mundo 24/12/1908

Hemeroteca Municipal