martes, 18 de octubre de 2016

Doce incendios y un huracán en Madrid (1872-1891)

El fuego es uno de los agentes destructores más temido, dejando a su paso un gran número de víctimas y destrucción, arrasando aldeas, pueblos e incluso ciudades a lo largo de su historia. La ciudad de Madrid no iba a ser una excepción y ya que desde la Edad Media, cuando la ciudad contaba con apenas 3000 habitantes, los incendios iban a resultar fatales. 

Durante la Edad Moderna, los primeros incendios que alarmaron a la población madrileña llevaron al Consejo de la Villa a redactar el 9 de julio de 1577 el primer acuerdo sobre fuegos, haciéndose imprescindible reunir a un grupo de hombres, dotados del material necesario para socorrer a la capital en los casos de incendios.

Diversas disposiciones posteriores, como la primera Instrucción contra incendios de 1789 y la adquisición de materiales contra el fuego no iban a evitar nuevas desgracias como el incendio de la Plaza Mayor y el continuo crecimiento de la ciudad y su consiguiente masificación agravarían el problema, el cual se hizo patente el último cuarto del siglo XIX cuando los incendios aparecieron con más frecuencia.

Repasamos a continuación la historia de estos sucesos, de la mano de las crónicas de la revista "La Ilustración Española y Americana".

Ver en TimeMapper: http://timemapper.okfnlabs.org/memoriademadrid/incendios-en-madrid

1.- El Incendio de la Iglesia de Santo Tomás (13 de abril de 1872). 


Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 24 de abril de 1872:

“Sabido es que, en la noche del 13 del corriente, un violento incendio, cuyo origen todavía se desconoce, devoró en cortas horas el interior de la iglesia de Santo Tomas de esta corte, situada entre las calles de Atocha y Concepción Jerónima.

En las primeras horas de la noche del 13, el fuego empezó en el altar mayor, comunicóse rápidamente a los retablos laterales, estalló luego con violencia en la parte posterior de la iglesia, y en breve quedó ésta convertida en volcán horroroso. La cúpula pareció bien pronto una antorcha enorme que repartía la luz por todos los ámbitos de Madrid, y las llamas arrojaban a grandes distancias gruesas chispas, que eran una amenaza constante para los edificios inmediatos: en verdad que el corazón se conmovía ante aquella inesperada catástrofe.

Acudieron con presteza el Rey, las autoridades civiles, los bomberos de la villa, gente del pueblo, milicianos y soldados; pero no se consiguió detener los rápidos progresos que hacía el voraz elemento en el interior del edificio, hasta hora muy avanzada de la noche: éste ha quedado en extremo deteriorado".

2.- El Incendio de la calle de Jesús del Valle (24 de agosto de 1875).



Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 30 de agosto de 1875:

En la noche del 24 del actual vivo resplandor que iluminaba el espacio en extensión considerable, y lúgubre toque de fuego que lanzaban las campanas de las iglesias, anunciaron a los habitantes de Madrid que en aquel entonces se realizaba uno de esos horrorosos siniestros que forman época en la crónica del pueblo donde acontecen, y dejan tristísimos recuerdos.

Algunos minutos antes de las once declaróse fuego en un pequeño montón de virutas, en el taller de construcción de muebles que existía en el solar núm. 17 duplicado de la calle de Jesús del Valle, y á los pocos momentos, cuando ya varios vecinos llegaban á prestar auxilios, levantóse de súbito una llamarada inmensa, una gigantesca columna de fuego, que instantáneamente comunicó el incendio á cuatro casas contiguas, a otras cuatro de la acera opuesta y a tres más de las situadas en la línea del solar."

3.- El Incendio del depósito de traviesas de la Ronda de Valencia (21 de julio de 1876).


Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 30 de julio de 1876:

"Comenzó el siniestro a la una de la tarde, y cuatro o cinco horas después el lugar de la desoladora escena ofrecía el aspecto de una inmensa hoguera de más de 400 metros de longitud alimentada por numerosas pilas de traviesas y otros combustibles, y cuyas llamas comunicaron rápidamente el fuego a varias casas contiguas, que fueron destruidas por completo. 

Acudieron las autoridades, los bomberos y operarios del servicio de incendios, fuerza del ejército, un pueblo inmenso, etc., etc.; mas extinguióse el fuego cuando dejó convertido en pavesas el inmenso material allí hacinado, y no halló combustible en que cebarse, resultando en conclusión grandes pérdidas materiales y varias familias sin albergue y reducidas a la miseria."

4.- El Incendio de la calle Quintana (31 de agosto de 1881).


Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 8 de septiembre de 1881:

"A las nueve de la noche del 31 de Agosto último, lúgubre clamor de campanas en todas las parroquias anunciaba a los  habitantes de Madrid un deplorable siniestro: habíase declarado un incendio en la casa núm. 22 de la calle de Quintana, en el barrio de Arguelles, y el voraz elemento, avivado por el fuerte nordeste que á la sazón reinaba, se propagó rápidamente a las dos casas inmediatas, figurando en breve los pisos altos de toda la manzana el cráter de un volcán en erupción.

Grandes fueron los esfuerzos empleados por las autoridades, los vecinos, la Guardia civil y el cuerpo de bomberos de la Villa para dominar el incendio; pero sólo se consiguió este objeto cuando la cubierta de los pisos incendiados se desplomó con estrépito sobre el interior de las casas (...)

Lo que se comprobó de una manera indudable fue la urgente necesidad, en que tantas veces hemos insistido, de mejorar el servicio municipal para la extinción de incendios, dotándole de buenas bombas de vapor y de personal inteligente, y en ello se ha ocupado el Ayuntamiento en sus dos sesiones últimas, interpretando el general deseo de sus administrados."

5.- El Incendio de la fábrica de papel de la Quinta de la Esperanza (29 de noviembre de 1881).



Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 8 de diciembre de 1881 sobre el incendio en la conocida como "Quinta de la Esperanza", ubicada en el actual Paseo de la Esperanza:

"En la noche del 29 al 30 de Noviembre último, un voraz incendio destruyo la fábrica de papel situada en la Quinta de la Esperanza: comenzó el fuego en el depósito de trapos; se comunicó a su almacén de papel: propagóse rápidamente a las demás dependencias de la fábrica, y en breve apareció el edificio envuelto en asoladoras llamas.

Prestaron auxilios, desde los primeros momentos, numerosos operarios y bomberos, y acudieron después las autoridades civiles y varios concejales; pero sus esfuerzos resultaron ineficaces: desplomóse la cubierta; todo el edificio quedó destruido, y, por desgracia, un infeliz operario, cayendo en los escombros calcinados, sufrió lesiones graves.

Este nuevo siniestro, que cede en daño de laboriosos industriales, prueba con cuánta razon venimos clamando por el mejoramiento del servicio contra incendios."

6.- El Incendio del Ministerio de la Guerra (12 de diciembre de 1882).


Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 15 de diciembre de 1882:

"Cuando la temperatura de Madrid llegaba a 11 grados bajo cero, que es la graduación menor a que se ha visto reducido Madrid desde que hay termómetro, y cuando la villa estaba enterrada bajo quince centímetros de nieve y la circulación de toda clase de vehículos interrumpida; ese incendio, por lamentable que fuera, tenía explicación. Hacía falta templar la atmósfera: Nerón incendiando a Roma para hacerla entrar en calor, en vez de un monstruo, hubiera parecido un filántropo.

Por desgracia, resultaron heridos algunos soldados, y entre las pérdidas materiales hay que deplorar algunas de difícil remedio, como la de la biblioteca, y probablemente el extravío de algunos expedientes, que representarían derechos privados, necesidades públicas y estudios importantes.

Si esta calamidad sirve de advertencia para evitar otras mayores, podrá ser tolerable: hoy nos acaba de demostrar lo expuestos que se hallan los archivos oficiales a desaparecer en pocas horas, aun en edificios cuyo ornato ha costado sumas considerables, descuidándose en ellos lo principal, que es la seguridad de su preciosa documentación. Porque luego sucede lo que con el incendio de la biblioteca de Alejandría."

7.- El Incendio de la Real Armería (9 de julio de 1884).



Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 15 de diciembre de 1882:

Un incendio violentísimo y rápido, alimentado por grandes ráfagas de aire y combatido tardíamente por el misero material del que dispone para combatir los fuegos el Ayuntamiento de Madrid, ha destruido la techumbre y dejado en estado ruinoso el edificio que ocupaba la Armería Real, formando uno de los lados de la plaza de este nombre, frente a la fachada lateral de Palacio. Había sido construido dicho edificio para Caballerizas Reales por orden de Felipe II, y reformado en diversas épocas, perteneciendo a la de Carlos II el arco que da ingreso a la plaza (...).

Lo sucedido en la Armería ha levantado en toda la prensa un clamoreo, considerando lo expuestos que están a ser destruidos en pocas horas casi todos nuestros museos y bibliotecas, sobre todo si confían, cuando llegue el caso de un incendio, en los recursos que ha de prestar para extinguirlo el Ayuntamiento de Madrid. Lastimaba verdaderamente, en la noche del suceso, ver á los bomberos y soldados trepar, con riesgo de su vida, por las techumbres calcinadas, expuestos a ser envueltos por el humo y por las llamas en un cambio de viento y caer en aquella hoguera imponente. Y mientras había en lodos exceso de abnegación y de heroísmo, desprecio de la vida y espíritu civico, apenas si disponían de más agua que el sudor de su frente para humedecer las vigas que ardían y detener el fuego que avanzaba (...).

Aquella noche pudo convencerse el vecindario de Madrid de cuan agradecidos debemos estar a la divina providencia cuando aun nos resta bibliotecas y museos y no perecemos todos abrasados. En donde hay mangas y bombas falta el agua; y si el agua abunda en los depósitos, las mangas no hacen tiro, o el material está inservible."

8.- El Incendio del almacén de Maderas de Pacífico (25 de julio de 1884).



Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 30 de julio de 1884:

"Hasta los incendios que en esta capital ocurren con frecuencia tan lamentable, parece como que retan al Excmo. Ayuntamiento para que, sacudiendo su negligencia, y aunque se empeñe en no celebrar sesión ningún lunes, «por falta de número de señores concejales» (muletilla que han hecho estereotipar los periódicos de noticias, para publicarla indefectiblemente todas las semanas, en su numero del martes), dote á la coronada villa de material conveniente para extinguirlos: humeando todavía los escombros calcinados de la Real Armería, en la tarde del 25 del actual estalló formidable incendio en un almacén de maderas, propiedad del Sr. Castro, que estaba situado en el barrio de! Pacifico, cerca del cuartel de los Docks.

Y decimos «estaba», porque el voraz elemento destruyó aquel inmenso depósito de combustible, no distante los heroicos esfuerzos que hicieron para dominarle, aunque en vano, los bomberos do la Villa y los soldados del cuartel inmediato: el fuego se apagó, después de muchas horas de absoluto dominio, cuando en el vasto almacén sólo quedaban cenizas; y la verdad es que así, tarde ó temprano, con material contra incendios ó sin él todos los fuegos se apagan (...). 

Dícese que el depósito de maderas estaba asegurado por un millón de reales, y que las pérdidas son mucho mayores."

9.- El Incendio de "Las Américas" en el Rastro (12 de julio de 1885).



Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 22 de julio de 1885 sobre el incendio de este mercado ubicado en el Rastro con fama de enseñar "todos los domingos, los objetos mas variados, raros y sucios qué puedan presentarse":

Inútil es la descripción de este siniestro, que comenzó a las seis y media y no quedó extinguido hasta la mañana del siguiente día 13, ocasionando pérdidas a los dueños de los puestos incendiados (...).

Pero si es inútil describir el siniestro, no lo es, no debe serlo, dirigir una vez más atente súplica al Ayuntamiento de Madrid, y en especial a su digno Alcalde-Presidente, para que cuanto antes se dote de buen servicio contra incendios á esta capital. que tantas veces le ha pedido, y odas ellas en vano: bueno es que se construyan paseos, se ensanchen calles y plazas, se erijan estatuas, etc.; pero esas reformas son contingentes, por decirlo así, y no se debe emprenderlas, cuando cuestan muchísimo dinero, sino después de hechas otras reformas necesarias; porque lo necesario es primero que lo contingente. ¿Y cuál reforma es tan necesaria como la del servicio contra incendios?"

10.- El Incendio de la Estación del Norte (24 de enero de 1886).



Crónica del suceso publicada en la Ilustración Española y Americana del 30 de enero de 1886:

"El domingo 24 del actual, hacia las nueve de la noche, estalló un incendio en el reducido pabellón del cuerpo de orden público (según se dice), y las llamas invadieron con rapidez y violencia devastadoras todo el edificio, que presentaba pocos minutos después el aspecto de inmensa hoguera, cuyo resplandor se cernía en la oscuridad del espacio con apariencia de brillante meteoro ígneo.

Los auxilios llegaron pronto: dieron a la vez señal de alarma los silbatos de las locomotoras, las bocinas de los guarda-agujas y vigilantes y los pitos de los serenos, y acudieron sucesivamente, con sus jefes respectivos, secciones de carabineros y de guardia civil de infantería y de caballería, los marineros del Museo Naval, una compañía de infantería de Marina, y otras dos de los regimientos de línea Garellano y Baleares, numerosos individuos del cuerpo de seguridad pública, los heróicos bomberos de la Villa y más de treinta viejos aparatos que aun conserva el Municipio madrileño para el servicio contra incendios, aunque triste y repetida experiencia ha demostrado que son perfectamente inútiles."

Anotación al margen: Primeros intentos de modernizar la lucha contra el fuego.



La casa Merryweather e hijos realizaron un ensayo de nuevo material anti incendios (bombas de vapor y de mano, aparatos de salvamento y mangueras) ante la presencia del alcalde de Madrid. He aquí la crónica que ofreció a sus lectores el semanario La Ilustración Española y Americana del 30 de marzo de 1886:

"El ensayo se verificó en la tarde del 20 del actual, en el Retiro, entre la fuente egipcia y el estanque grande, asistiendo al acto los concejales de la villa y corte, con el alcalde-presidente del Ayuntamiento, representantes de la prensa, muchas personas distinguidas, bomberos del Municipio y numeroso público de curiosos. Entre los aparatos auxiliares figuraba una escalera de salvamento, y un ejemplar de careta y anteojos para librar de la asfixia á los bomberos cuando éstos operan en atmósfera saturada de humo ; y entre las bombas, dos pequeñas, para casa particular, y dos más grandes, movidas por fuerza de vapor, para servicios urbanos.

Estas últimas llamaron la atención de la concurrencia, singularmente la mayor, denominada Greenwich, que arroja enorme cantidad de agua (4.000 litros por minuto, según se nos dijo) a 50 metros de distancia, y a considerable altura, con una sola manga, pudiendo suministrar presión a otras mangas a la vez."

No obstante, no sería hasta 1897 cuando el Ayuntamiento comprara la primera bomba de vapor de la casa Shand Mason de Inglaterra, que no llegaría a Madrid hasta noviembre de 1898.

11.- El Incendio del Teatro Variedades (28 de enero de 1888).




Crónica extraída de La Ilustración Española y Americana del 8 de febrero de 1888:

"A las cinco de la mañana del 23 de Enero último inmensa columna de humo surgía de la cubierta del teatro de Variedades, y voces de fuego daban y repetían las personas que observaron aquella señal imponente de un gran incendio ; y una hora después el teatro había desaparecido, menos el vestíbulo y los cuartos de los actores, devorado por las llamas.

He ahí el resumen del siniestro cuyo origen y causa, como generalmente acontece, todavía no se conocen. Las autoridades y el personal de servicio cumplieron su deber; las bombas funcionaron mejor que otras veces, lográndose enchufar hasta doce mangas que lanzaron torrentes de agua, aunque inútilmente, sobre el edificio en llamas; los bomberos llevaron su arrojo al más alto grado, rivalizando todos en heroísmo para conseguir localizar el fuego, bajo la dirección de los arquitectos municipales".


12.- El Incendio de la Ribera de Curtidores (30 de junio de 1891).



Crónica del suceso de las páginas de La Ilustración Española y Americana del 8 de julio de 1891.

En las últimas horas de la noche del 30 de junio próximo pasado estalló el formidable incendio de la Ribera de Curtidores (...). A las diez aparecieron súbitamente los primeros resplandores de las llamas y densas nubes de humo en el fondo opaco del horizonte, y una hora más tarde el inmenso espacio comprendido entre las calles del Peñón y la Ribera de Curtidores, presentaba eI aspecto de un volcán de ancho cráter en horrorosa erupción (...). A la una de la madrugada del 1 del actual las llamas dominaban por completo en todo aquel ancho espacio, un perímetro de más de diez mil metros cuadrados, y devoraban en pocas horas las casas, los talleres, las fábricas, los almacenes, los bazares y las tiendas, todo en suma lo que allí existía, dejándolo reducido a inmenso y triste montón de ruinas y escombros calcinados." El siniestro dio lugar a que el alcalde de Madrid, el Conde de Romanones presentara un proyecto de reorganización del servicio contra incendios que hizo que se creara en 1894 el primer reglamento del Cuerpo de Bomberos de la Villa de Madrid, quedando sostenido por las arcas municipales.


13. Y un huracán en las Cortes (12 de mayo de 1886).



Crónica del suceso publicada en La Ilustración Española y Americana del 22 de mayo de 1886: 

"En la tarde del 12 del actual a las siete, estalló sobre Madrid tempestad violentísima, seguida de un ciclón, huracán o tornado, que recorrió determinada zona de la capital y  sus afueras, destruyendo y arrasando cuanto encontraba al paso (...)" y causando especiales destrozos en el lavadero Imperial, donde perecieron cuatro hombres, diez mujeres y dos niños. "Imposible dar cuenta detallada, en los reducidos limites de esta sección del periódico, de los estragos que ocasionó el funesto meteoro, porque para escribir la crónica de aquéllos, mejor dicho, de los pocos minutos que duró el huracán devastador en tarde tan aciaga, la cual dejará memoria eterna y dolorosa en los anales madrileños."