Originalmente Publicado el 31 de Octubre de 2011.
Los tira y afloja entre los poderes
municipales madrileños y el poder central del Estado han sido frecuentes
desde el mismo traslado de la Corte a Madrid, cuando comenzaron a
convivir en la misma ciudad dos instituciones que no siempre mostraban
compartir los mismos intereses.
El desencuentro más espectacular entre
estas dos instituciones se produjo en la noche del 20 de marzo de 1922
cuando se llegó a producir un verdadero choque armado entre la Policía
municipal y la Guardia Civil a cuenta de las obras del metro de Madrid.
Este enfrentamiento terminó con numerosos detenidos, entre ellos los
mandos de la Policía Municipal y varios concejales, y también con la
dimisión irrevocable del propio Alcalde de Madrid, tal fue el
escándalo.
Para relatar de forma ordenada los
acontecimientos, probablemente sea necesario retroceder 2 años antes de
producirse el altercado. Nos trasladamos pues a la inauguración de la
primera línea de metro madrileña entre Sol y Cuatro Caminos el 17 de
octubre de 1919. La primera piedra de las líneas de
transporte subterráneo ya estaba instalada. Sólo quedaba extenderlas por
toda la ciudad con toda rapidez, inaugurando el mayor número de
estaciones posible.
Y aquí es cuando las obras chocaron con
los intereses municipales ya que el Consejo de Administración del Metro
no se atuvo a las Ordenanzas municipales de ocupación de la vía pública
por las que debía pagar un determinado canon. Asimismo tampoco se
realizaba correctamente, o no se realizaba en absoluto, la ubicación de
vallas de seguridad en la vía pública para prevenir accidentes y se
producían desafueros como la tala y abandono de un centenar de árboles
de la calle Magdalena, realizada sin el consentimiento municipal pocos
días antes del enfrentamiento, en lo que parece fue la gota que colmó el
vaso.
Los acontecimientos se precipitaron el
20 de marzo de 1922 cuando unos técnicos municipales acompañados por el
Teniente Alcalde se presentaron en la estación de Puerta de Atocha para
llevar cabo una inspección que podía conllevar la suspensión de las
obras. No obstante, fueron expulsados de mala manera por la seguridad
reforzada por la Guardia Civil. El alcalde de Madrid, Marqués de
Villabrágima e hijo del Conde de Romanones, se personó en el lugar media
hora más tarde, junto con varios concejales más acompañados por la
Policía Municipal. Al persistir la negativa el Subjefe de la Guardia
Municipal Manuel Garrido intentó entrar en la obra pero la Guardia
Civil lo derribó a culatazos y llegó amenazar con sus pistolas al grupo
formado por el Alcalde y los concejales.
Los incidentes se extendieron por varios
puntos más de las obras, que prácticamente ocupaban todo Madrid. Se lee
en el Heraldo de Madrid "cuando entró el Jefe de la Guardia Municipal,
señor Camarero, en las obras que había frente al Ministerio de la
Guerra, vio a un Guardia municipal al que un individuo de la Benemérita
agredía a sablazos. El señor Camarero acudió rápido en auxilio de su
subordinado. El Cabo de caballería de la Guardia Civil arremetió con el
caballo contra el Jefe de la Guardia Municipal". En otros puntos se
produjo la detención de numerosas autoridades y guardias y los
enfrentamientos incluyeron cargas a caballo en la calle Alcalá.
A medianoche, poco después de haber sido
puestos en libertad todos los detenidos, el Alcalde realizó
declaraciones a la prensa, explicando lo sucedido, y acusando de la
desproporción de la actuación de la Guardia Civil. Al día siguiente
siguió la lucha, esta vez en el Congreso. El Marqués de Villabrágima
defendió la actuación municipal en un agrio enfrentamiento con el
Presidente del Gobierno quien le recordó que su puesto era subordinado
al del Ministerio de la Gobernación a la vez que le exigía la dimisión
de su cargo. En ese punto Andrés Saborit, diputado socialista, acusó al
Gobierno de haberse vendido por un millón de pesetas a la empresa
privada y a los intereses de “cierta elevada personalidad” aludiendo de
forma directa a la cantidad adquirida en acciones de Metro por el propio
rey Alfonso XIII y al interés personal de este en la rápida
finalización de las obras.
Poco a poco las aguas volvieron a su
cauce. El Ayuntamiento recibió una compensación de 81.000 pesetas y las
obras del metro continuaron sin mayores incidencias.
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