martes, 19 de enero de 2016

La adquisición y reforma de la Casa de Cisneros

Oroginalmente Publicado el 17 de Enero de 2014.

Hay edificios que parece que siempre han estado ahí, en el corazón de la ciudad, testigos silenciosos de la vida de los madrileños. Es el caso de la Casa de Cisneros, propiedad del Ayuntamiento de Madrid desde 1909, que es uno de los más antiguos de la ciudad. Fue construido en el siglo XVI por el sobrino del famoso Cardenal en la Plaza de la Villa antes incluso que la sede consistorial con la que prácticamente hace esquina. No obstante, todo tiene su historia.

La compra de este edificio por 600.000 pesetas de las de 1909, casi por método de urgencia, supuso un escándalo de proporciones considerables del que se hizo eco la prensa madrileña. Desde aquí se alzaron diversas voces en contra del “despilfarro” de dinero que, según ellos, bien podía haberse empleado en proyectos más útiles y urgentes que la ampliación de la sede del Ayuntamiento.



En su primera página del 20 de junio de 1909, El País califica la compra en como una “alcaldada” del Conde de Peñalver, argumentando que el dinero bien podría haberse destinado a “…expropiar casuchas en los barrios bajos y hacer en ellos plazuelas con árboles. Pero esta reforma, que libraría de, la muerte á centenares de niños, urge menos que el favorecer á los actuales propietarios de la casa de Cisneros”, sugiriendo un trato de favor hacia los herederos de la Condesa de Oñate, dueños del edificio.



Por su parte, el Globo comentaba que el gasto, junto con los de los kioscos de música para la Banda Municipal (a cuyos músicos quería ver tocando a pie firme) no era justificable, teniendo en cuenta el estado insalubre y antihigiénico de la ciudad.



Ese mismo día, El Liberal tacha el proyecto como un atropello, teniendo en cuenta el precio, lo reducido de las dimensiones del edificio, su estado ruinoso y el dinero que iba a costar rehabilitarlo.

 

Para acabar de complicar la cuestión, el pleno del Ayuntamiento en el que se aprobó el gasto con la oposición de los ediles republicanos, terminó como el Rosario de la aurora entre gritos, insultos, protestas, suspensiones y hasta agresiones físicas entre los concejales. La crónica de la sesión, que no tiene desperdicio, puede leerse en La Correspondencia de España del 19 de junio de 1909.


Independientemente de la idoneidad del precio y del momento, el Ayuntamiento seguía una corriente de opinión favorable a la conservación de inmuebles históricos que empezaba a introducirse en el país, bien a través de restauraciones de edificios o por la incorporación de antiguas portadas a nuevas construcciones. Pero ¿tan importantes eran las intervenciones a realizar en la Casa de Cisneros? La respuesta, parece ser, era que sí. Una imagen de la revista Nuevo Mundo del 12 de octubre de 1905 desvela su aspecto antes de que la reforma cambiara su semblante hasta hacerlo irreconocible.



Como vemos, la cara del edificio que miraba a la Plaza de Villa era de menor tamaño y no tan señorial como se podría presumir. Desde aquí se daba paso a corrales, cocheras, cuadras y dependencias de la servidumbre de la Condesa de Oñate. Y es que la fachada principal del palacio, cuyo aspecto a mediados del siglo XIX era el que muestra la siguiente estampa, no se situaba aquí, sino en la Calle Sacramento.



El Ayuntamiento prosiguió con sus planes de reforma y encargó la obra al arquitecto municipal Luis Bellido quien presentó estos proyectos para las dos fachadas conservados mucho tiempo en el Archivo de Villa y que hoy se encuentran en el Museo de Historia.



El proyecto fue aceptado y, como vemos, se incluyó en él la creación (o invención) de una fachada a la plaza de la Villa y la sustitución del voladizo sobre la calle Sacramento que, según un arquitecto municipal, “repugnaba al ornato público y destruía la forma primitiva del edificio”. Luis Bellido también decidió quitar esta galería para dar unidad estilística a todo el edificio con el fin de adherirse a la corriente “nacionalista” que reivindicaba el plateresco como el único estilo artístico genuinamente español.



Asimismo, Bellido abrió una comunicación con la Casa de la Villa mediante un pasadizo elevado y retiró el revoco de las fachadas y del interior, lo cual desveló los parámetros originales del edificio, así como restos de artesonado en la planta principal.



Más que devolver al edificio el aspecto que tuvo cuando fue levantado, éste se restauró tal y como el arquitecto consideró que tenía que haber sido construido. A pesar de todo, la restauración fue todo un éxito y recibió múltiples premios por parte de arquitectos, asociaciones de amigos del arte y del propio Ayuntamiento de Madrid. Tampoco hay que olvidar su principal virtud: la de otorgar a la Plaza de la Villa (cuyos edificios también fueron restaurados por Bellido) una unidad de estilo que hace que sea perfectamente reconocible para todos los madrileños.


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