Originalmente Publicado el 27 de Noviembre de 2009.
Son muchas las excusas que se pueden presentar para no acudir a un acto especialmente incómodo. A saber: fingir una enfermedad, aludir a la muerte de un pariente, presentar algún compromiso previo, etc. Todos lo hemos hecho alguna vez y así lo hicieron también una serie de madrileños que fueron invitados por el Rey José I y el Ayuntamiento de Madrid a tomar parte en un desfile particularmente comprometido.
Son muchas las excusas que se pueden presentar para no acudir a un acto especialmente incómodo. A saber: fingir una enfermedad, aludir a la muerte de un pariente, presentar algún compromiso previo, etc. Todos lo hemos hecho alguna vez y así lo hicieron también una serie de madrileños que fueron invitados por el Rey José I y el Ayuntamiento de Madrid a tomar parte en un desfile particularmente comprometido.
Y es que antes de que Pepe Botella
entrara en la capital, Napoleón se había instalado en Chamartín
expidiendo decretos, negociando su capitulación y entrando triunfalmente
en Madrid. De esta forma quedaba claro quién de los dos hermanos era el
que mandaba.
Para espantar la imagen de rey títere José I deseaba realizar una
espectacular entrada en Madrid digna de un auténtico Jefe de Estado. Así
que mandó instrucciones al Ayuntamiento para que movilizara la ciudad
en una fiesta que realzara su figura. Todas estas actuaciones se
conservan en un expediente del Archivo de Villa donde se puede ver la
organización de los actos que celebraron su entrada.
Entre los documentos que guarda este expediente se encuentran las
instrucciones del Concejo para realizar funciones en los teatros, para
que las iglesias tocaran sus campanas al paso del rey, para el adorno e
iluminación de las calles y la organización de un ceremonial que
incluía salvas de 100 cañonazos, misa con Te Deum, etc.
El ceremonial también incluía un desfile por toda la ciudad donde,
además de cargos del ejército y de la administración, también debían
acompañar al Rey las autoridades políticas así como los “señores
capitulares” de la ciudad. Es aquí cuando varios de estos personajes
entregan unos escritos al Concejo excusando su asistencia y presentando
argumentos médicos que justificaban su ausencia:
- Don Manuel González Montao razona su desplante alegando que desde el año anterior no podía salir de casa por sufrir “cruelmente de almorranas” además de problemas de orina.
- Don Francisco Fernández Villa habla de la “desgraciada muerte, bien pública, acaecida en su casa, que ha indispuesto su salud”, aludiendo a una desgracia sucedida en su familia como causa para no acudir a la cita.
- Miguel de Vega pide al Ayuntamiento que no ignore “sus accidentes de apoplejía y perlesía” que le tenían impedido todo el costado izquierdo, “desde el hombro hasta la punta del pie” aunque dicha dolencia no le impidiera acudir a misa.
Luís Gabaldón afirma que lleva nueve días enfermo por
“un catarro tenaz” que le ha provocado “debilidad de cabeza” por lo que
también solicita que se excuse su asistencia.
Por su parte, Francisco Muñoz del Valle solicita que se
le libere de la obligación alegando que se encuentra en cama a causa de
unos “dolores vehementes de vientre y generales de todo el cuerpo”.
Desconocemos si estas excusas fueron aceptadas o si estos señores
tuvieron algún problema con la autoridad real por el desprecio, o bien
si una vez finalizada la Guerra de la Independencia, pudieron presumir
de no someterse al francés. Lo cierto es que el desfile se llevó a cabo
con toda la pompa y boato y que éste tampoco contribuyó a aumentar la
estima del pueblo por el rey "intruso".
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