Tal y como pudimos comprobar en la reciente exposición “Madrid 1910-1935: fragmentos visuales, secuencias y contrastes de una ciudad en transformación”,
los primeros años del siglo XX fue un período de cambios y
modernización de las estructuras de la ciudad, en un proceso que ya se
había producido en otras capitales europeas.
La ciudad crecía en extensión y en
número de habitantes, los cuales exigían nuevos y mejores servicios
públicos. Vista la demanda social, el Ayuntamiento comenzó a mejorar
durante estos años sus prestaciones. Entre ellas figuraban algunas de
nueva creación pero también otras que ya se venían dando desde antiguo y
que sufrieron un notable impulso. Entre ellas podemos hablar de la
limpieza de las calles o la recogida de basuras.
El Ayuntamiento presume de los nuevos
servicios con la aspiración de mejorar su imagen ante los ciudadanos y
adecuarla a los nuevos tiempos. Para ello organizó una serie de desfiles
para mostrar toda esta nueva gama de servicios en la nueva calle
principal de la ciudad, la Castellana, que “se convierte en escenario
idóneo de exhibición del poderío municipal".
Los desfiles, adecuadamente documentados
por el Servicio Fotográfico Municipal, se realizaron el 18 de octubre
de 1925, con motivo de la celebración del 1º Congreso Nacional
Municipalista y después el 14 de septiembre de 1928, aprovechando una
reunión de autoridades provinciales a la que acudieron incluso
representantes de las colonias africanas.
El Imparcial del 4 de octubre de 1925
vaticinaba que se iba a tratar de un espectáculo que iba a sorprender
gratamente a los ciudadanos “porque el vecindario, impresionado por las
notorias deficiencias de ciertos servicios, no sospecha que hay otros
perfectamente montados o en camino de perfeccionarse”. Los dos desfiles
fueron muy similares y aquí los presentamos agrupados por servicios,
siguiendo la crónica de La Época del 14 de septiembre de 1928:
En primer lugas desfilaron los Batidores de la Guardia municipal
montada, que dieron paso a los alumnos de diferentes escuelas
municipales. Entre ellos los niños del Colegio de San Ildefonso, o los
de la Paloma, entre otros. Leemos en El Imparcial de 18 de octubre de
1925 que “el paso de los niños produjo vivísima simpatía”.
Después se presentó la Banda Municipal,
que en los dos desfiles se instaló frente a la tribuna principal y lo
amenizó con sus interpretaciones.
"Desfiló seguidamente el servicio de desinfección del Laboratorio municipal, con sus 28 coches y sus empleados, todo perfectamente preparado”.
Luego llegó el turno de los Matarifes (obsérvese el cinto con la funda para los cuchillos) y los autos del servicio del Matadero, algunos recién adquiridos.
Por no hablar de la flota de camiones de recogida de basuras.
También desfiló el personal de los servicios de limpiezas (con enormes palas, escobones y carritos), el de parques y jardines, los fontaneros municipales, los poceros, etc.
Después, uno de los platos fuertes: el Servicio de Incendios, con 19 coches de salvamento, escaleras, tanques y una camioneta. En
este punto, el desfile, al menos el de 1925, se interrumpió para dar
paso a una exhibición del cuerpo de bomberos. Estos realizarondiversos
ejercicios ante la satisfacción general. Entre ellos, una simulación de
rescate en un edificio contiguo y diversos ejercicios desde lo alto de
las escaleras de los camiones de más de 25 metros de altura.
Luego llegó el turno a los guardias municipales motoristas y guardias urbanos de caballería e infantería.
La Banda
Municipal, sin dejar de ejecutar nuevas piezas de su repertorio, cerró
las marchas, pasando nuevamente ante la tribuna presidencial. Cuentan
las crónicas que “el numeroso congregado en las inmediaciones ovacionó
con entusiasmo al final de la revista y al paso de algunos grupos,
especialmente a la Banda Municipal y cuerpo de Bomberos”. Probablemente,
el objetivo final del espectáculo estaba conseguido.
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