Originalmente Publicado el 23 de Febrero de 2011.
Después de pasar las Navidades de 1862 en París, Giuseppe Verdi y su esposa Giuseppina Strepponi viajaron a España para asistir en el Teatro Real al estreno de “La forza del destino” basada en la obra del Duque de Rivas, "Don Álvaro o la fuerza del sino". El estreno estaba programado para el 21 de enero de 1863 y se convirtió en uno de los acontecimientos culturales del año para Madrid.
Después de pasar las Navidades de 1862 en París, Giuseppe Verdi y su esposa Giuseppina Strepponi viajaron a España para asistir en el Teatro Real al estreno de “La forza del destino” basada en la obra del Duque de Rivas, "Don Álvaro o la fuerza del sino". El estreno estaba programado para el 21 de enero de 1863 y se convirtió en uno de los acontecimientos culturales del año para Madrid.
El matrimonio llegó a Madrid el 11 de enero y rápidamente Verdi tomó
las riendas de los ensayos. El Teatro Real no reparó en gastos y
contrató a un elenco de cantantes estelar que incluía a la exitosa
soprano francesa Anne Caroline Lagrange, el tenor Fraschini, el barítono
Giraldoni y el bajo Cotogni con Emilia Méric-Lablanche como Preciosilla.
Sin embargo nada pareció ir bien en los ensayos y Verdi no se
mostraba nada satisfecho escribiendo por carta: “Bien Lagrange, el resto
es cero o malo”. Se cuenta además que Fraschini no quería afeitarse la
tupida barba que lucía orgulloso y sólo tras mucho insistir logró Verdi
convencerle de que se la quitara. En el ensayo final salió
absolutamente desilusionado: “Nada salió bien; no podemos esperar un
éxito. Los coros, la orquesta y los decorados son espléndidos; todo lo
demás es un desastre”.
A pesar de los malos augurios el triunfo
de la noche del estreno fue absoluto con aplausos interminables,
ovaciones y llamadas a escena del compositor. A esta representación
asistió Isabel II, además de los escritores Pedro Antonio de Alarcón,
Rosalía de Castro y el propio Duque de Rivas. Un éxito pero con matices,
claro. La crítica le acusó públicamente de “haber traicionado al Duque
de Rivas”, quien tampoco ocultó su decepción por los cambios
introducidos en el argumento, no estando tampoco de acuerdo con el
dinero recibido por los derechos de la adaptación.
Centrado en los ensayos, Verdi apenas
realizó vida social en Madrid, llegando a negarse a recibir en su
hospedaje de la Plaza de Oriente al músico español Fco. Asenjo Barbieri,
cosa que este no perdonó. Años después Verdi solicitó ayuda a Barbieri
por mediación de Fraschini para acceder a su colección folclórica. Se
cuenta, a saber si es verdad, que Barbieri le respondió:
“Tengo la satisfacción de manifestarle que poseo todo cuanto Verdi
puede apetecer de este género, como ve usted aquí. Pero haga el favor de
decirle que no me da la gana de facilitarle nada”.
Dos días después del estreno, el matrimonio salió de la capital
para recorrer varias ciudades españolas como un turista más, a pesar de
las deficientes comunicaciones de la época y del frío invernal. Visitaron El Escorial que impresionó tanto a Verdi que lo incluyó como
escenario de Don Carlo (1867). Del monasterio Verdi dijo “Es severo,
terrible, como el feroz gobernante que lo construyó”.
El periplo incluyó buena parte de Andalucía: Sevilla, donde visitaron
el Museo de Bellas Artes y al pintor Manuel Bejarano; Cádiz; Jerez,
donde visitó sus célebres bodegas, adquiriendo un barril de vino que
mando transportar a su residencia de Santa Agatha; Málaga; Córdoba y
Granada, donde visitaron al cantante Ronconi, amigo personal de Verdi
afincado en la ciudad. Finalmente, se trasladó a Madrid desde donde
cogería un tren con destino a París.
Desgraciadamente no disponemos del álbum fotográfico de este viaje
realizado por Verdi, pero bien podrían haber figurado en él estas
instantáneas tomadas durante esos mismos años por Jean Laurent y Charles
Clifford que nos muestran estos lugares tal y como también los vio el
gran músico italiano.
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