Originalmente Publicado el 12 de Noviembre de 2009.
Los días previos al domingo 13 de febrero de 1898 en las paredes de los edificios aledaños a la Plaza de Toros de Madrid (la que estaba emplazada en el solar del actual Palacio de los deportes) apareció una serie de carteles en los que se anunciaba para dicha plaza un espectáculo taurino muy especial, un “¡GRAN ACONTECIMIENTO! hace 25 años no presenciado en Madrid ¡ESPECTÁCULO SENSACIONAL!
Los días previos al domingo 13 de febrero de 1898 en las paredes de los edificios aledaños a la Plaza de Toros de Madrid (la que estaba emplazada en el solar del actual Palacio de los deportes) apareció una serie de carteles en los que se anunciaba para dicha plaza un espectáculo taurino muy especial, un “¡GRAN ACONTECIMIENTO! hace 25 años no presenciado en Madrid ¡ESPECTÁCULO SENSACIONAL!
¿Qué espectáculo podría ser este, descrito con tanta vehemencia y alarde
tipográfico? Pues no era otro que la “lucha feroz entre un toro de
cinco años y un magnífico elefante”, enfrentamiento así imaginado por el
diseñador del cartel del evento, conservado en el Museo de Historia.
Las condiciones de la lucha entre Nerón y Sombrerito, que así se
llamaban los animales, eran las siguientes: “el elefante se hallará
sujeto por una de las patas con una cadena de hierro de 16 metros de
larga (…)” el encuentro tendría una duración de 15 minutos pasados los
cuales se retirarán “el elefante y el toro por medio de los bueyes, caso
de que ambos queden vivos de la lucha”
Los periodistas del Imparcial y de la Correspondencia de España describen un tanto apesadumbrados la mansedumbre del elefante Nerón, que como se ve en la foto, apenas era un cachorro sin colmillos al que habían sacado de su apacible destino del zoo del Retiro madrileño. Nerón era manso pero no flojo, ya que al poco de ser encadenado por su cuidador rompió sus ataduras sin el menor esfuerzo y se dirigió hacia la barrera.
En la crónica de La Vanguardia se refleja cómo, en este punto, cundió el pánico en el público creyendo que el animal iba a saltar la barrera. No obstante el elefante solo quería buscar a sus acompañantes y no paró hasta que los encontró.
Vuelto a colocar el paquidermo en su sitio en chiqueros salió Sombrerito
que, desconcertado por el volumen de animal que tenía delante, embistió
“sin codicia” en un par de ocasiones, ocasionando al elefante heridas
en una de sus manos, y provocando nuevamente la rotura de la cadena al
huir éste despavorido. Después de este primer encuentro ambos
contendientes se ignoraron mutuamente durante los 15 minutos de la
lucha.
El público, indignado por la falta de entrega de los animales, estalló en una sonora bronca exigiendo otro toro más bravo que se enfrentara al pobre Nerón. La presidencia, temiendo un tumulto, cedió e hizo salir a un nuevo astado al ruedo. Desgraciadamente tuvo éste un mayor empuje y se dedicó a embestir al elefante en numerosas ocasiones, llegando incluso a derribarle en una de ellas. El elefante se levantó cojeando volviendo el toro a cornearle a pesar de que Nerón se daba a la fuga de un “modo desesperado”.
Al retirarse, a cada cual lo suyo: el toro fue ovacionado y el elefante fue despedido con una lluvia de naranjas que, a pesar de sus “numerosas heridas”, cogía con la trompa y se zampaba sin más.
Terminan las crónicas con el parte facultativo de los participantes en la corrida: un torero con heridas en la región inguinal y un elefante con heridas leves de las que esperamos se recuperara sin problemas. El elefante, digo.
Salvajes
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